1. Alergia al Botox
No ha sido descrito científicamente ningún caso de alergia severa a la toxina botulínica usada con fines estéticos. Puede desencadenar una respuesta inmune, pero esta suele ser en forma de anticuerpos que pueden restar efectividad al tratamiento, sin constituir una amenaza a la salud. No obstante, la frecuencia con la que los pacientes desarrollan anticuerpos en cantidad suficiente para restar efecto al tratamiento es bajísima.
2. Exceso de Botox
Siempre que la técnica sea adecuada, realizada de modo tal que se ajuste a las necesidades de cada paciente, lo que buscamos con el Botox es suavizar el gesto. Así logramos relajar aquellas áreas donde los músculos son más hiperactivos y producen consecuentemente arrugas en la piel, sin quitarles su función.
3. ¿Necesitaré cada vez más Botox?
El efecto no sólo se mantiene con los tratamientos repetidos, sino que pueden incluso irse éstos espaciando en el tiempo. Esto es así porque, a medida que las arrugas se van borrando, mantener el efecto sobre un músculo ya menos activo puede ser posible con menor frecuencia de aplicación.
4. Botox y depresión
La toxina Botulínica Influye en el estado de ánimo positivamente.
Al relajar músculos faciales que expresan tristeza o preocupación, tiene un efecto positivo sobre el estado de ánimo, particularmente en pacientes con depresión, al enviar un «feedback» al cerebro que le dice que no estamos tan preocupados, basado en el estado de contracción de estos músculos.
5. Botox y caída del párpado
Para finalizar, es importante que el haber tenido la complicación conocida como caída del párpado, o ptosis palpebral, no es en absoluto contraindicación para futuros tratamientos. Se debe revisar la técnica y las dosis aplicadas.
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